dilluns, 8 de març del 2010

Imposturas antiilustradas (David Rodríguez)




[Extret del web de la revista SinPermiso ]

"… cuando uno empieza confundiendo Capitalismo e Ilustración, nunca más se reconcilia con la Ilustración –o se reconcilia torticeramente y de boquilla, como algunos izquierdistas pasados al neoliberalismo, hoy—, pero lo más frecuente y normal es que acabe reconciliándose con el Capitalismo".- Antoni Domènech

Hace unos días publicaba el diario El País un artículo de uno de sus nuevos y flamantes colaboradores internacionales: Bernard-Henry Lévy. En el mismo, este gurú de la nueva derecha francesa del pensamiento fuerte y pasado rojo (semejante a muchos de sus émulos de la prensa madrileñista) reconocía que había metido la pata al citar, en uno de sus ensayos, al inexistente escritor Jean-Baptiste Botul y a su inexistente libro, aunque haya que decirlo, de prometedor título, La vida sexual de Immanuel Kant.

Una vez zanjado este asunto, Henry Lévy procedía, en lo que restaba del artículo, a fustigar al nuevo Partido Anticapitalista (NPA) francés por haber aceptado como militante a una muchacha adornada con velo, asunto que retomaría en otro artículo posterior con motivo de la llamada ley anti-burka impulsada por el gobierno de Sarkozy. Daría mucho de sí comentar por que precisamente en un momento histórico de crisis del neoliberalismo, el periódico El País presta tanta atención, y no siempre bienintencionada, a todo lo que suene a anticapitalista, desde los supuestos excesos bolivarianos a cualquier investigación histórica sobre las atrocidades soviéticas, pasando por la insistencia también en otros reportajes de este asunto del velo y el NPA. También daría para discutir mucho si un partido de izquierdas debe o no aceptar que una militante lleve velo. En mi opinión, más grave que llevar velo, prenda cuyo significado puede cambiar según el momento y el contexto, es la condición de creyente islámica de que hace gala la muchacha en cuestión. Pero lo que yo pretendía en este artículo, era llamar la atención sobre un fenómeno que, cuando nos hallamos ante personajes como Bernard-Henry Lévy, resulta sorprendente: la derecha, casi siempre con fines espurios, casi siempre para deformarlo y casi siempre de forma oportunista, es la única que parece seguir reivindicando sin complejos el discurso ilustrado. Véase si no la apropiación del ala aguirrista del PP del liberalismo del XIX o el igualitarismo republicano reinsertado en ideología antiperiférica por los intelectuales próximos a la UPyD. Eso sí, la derecha tampoco tiene reparos en usar vías postmodernas cuando cree que le resultan útiles; véase en este aspecto con que tipo de argumentos se cuestionan las evidencias científicas del calentamiento global. O incluso en crear experimentos eclécticos como el movimiento Tea party, de moda en EE.UU., que tiene entre sus partidarios, tanto a reivindicadores de la revolución americana, antecedente de la francesa, como del discurso seudocientífico del diseño inteligente, forma refinada del creacionismo, también defendida por cierto, por el nuevo obispo de Donostia, monseñor Munilla.

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Del asunto Lévy al asunto Sokal. En 1996, la prestigiosa revista de estudios culturales de la Universidad de Duke Social Text, publicó un artículo con el enrevesado título de Transgredir las fronteras: hacia una hermeneútica transformadora de la gravedad cuántica. Alan Sokal, físico y matemático y autor del texto, pretendía demostrar con su publicación, que en el fragor de la denominada "guerra de las ciencias", todo valía; incluso un artículo lleno de frases absurdas y de insensateces, con tal de seguir cuestionando la posibilidad de la idea de verdad. Con el artículo se quería poner en evidencia también, la falta de preparación de muchos de los teóricos postmodernos a la hora de emplear adecuadamente términos y conceptos científicos, como por ejemplo determinadas conclusiones de la física cuántica, en sus ensayos anti ilustrados.

La revelación del engaño por parte de Sokal causó tal eco, que este decidió publicar un libro titulado Imposturas intelectuales para explicar el porqué de su proceder. Pasado ya bastante tiempo desde entonces, Sokal vuelve a la carga con el libro Más allá de las imposturas intelectuales. Ciencia, filosofía y cultura para recordar el caso Social Text y para compartir sus reflexiones en torno a las implicaciones sociales y políticas similares al abandono, por parte de cierta izquierda académica, de una visión científica del mundo.

"Actualmente, en muchos ámbitos –nos dice Sokal- se da por supuesto que todos los hechos están construidos socialmente, las teorías científicas son meros mitos o narraciones, los debates científicos se resuelven mediante la retórica y la formación de coaliciones, y la verdad es sinónimo de acuerdo intersubjetivo".

Este clima revuelto respecto al conocimiento científico es debido según el autor, a la mezcla caótica, en las discusiones sobre el asunto, de cinco cuestiones diferentes:

"1. Ontología: ¿Qué objetos existen en el mundo? ¿Cuáles de los enunciados acerca de dichos objetos son verdaderos?

2. Epistemología: ¿Cómo pueden los seres humanos llegar a tener conocimiento de verdades acerca del mundo? ¿Cómo pueden medir el grado de fiabilidad de dicho conocimiento?

3. Sociología del conocimiento: ¿En qué medida las verdades conocidas (o cognoscibles) por los humanos pertenecientes a una determinada sociedad están influidas (o determinadas) por factores sociales, económicos, políticos, culturales e ideológicos? Pregunta que vale también para los enunciados falsos erróneamente considerados verdaderos.

4. Ética individual: ¿Qué tipo de investigación debería un científico emprender o negarse a emprender)?

5. Ética social: ¿Qué tipos de investigación debería la sociedad estimular, subvencionar o financiar con cargo al erario público (o inversamente desincentivar, gravar fiscalmente o prohibir)?"

El uso indiscriminado y cruzado de argumentos sobre cada una de estas cuestiones independientes, habría llevado, en opinión de Sokal, a una situación de predominancia de lo que él llama relativismo cognitivo (relativismo de raíz que cuestiona las dos primeras de las cinco cuestiones: la existencia de objetos fuera del sujeto y la capacidad del sujeto para conocer esos objetos). Así, la renuncia de la izquierda académica al legado de la Ilustración acabaría contribuyendo a la emergencia de todo tipo de "seudociencias" y de "conocimientos locales" que en nada benefician a las clases populares. Fenómenos tan dispares como el "tertulianismo" (o dar prioridad al periodismo de opinión en detrimento del periodismo de información en los medios de comunicación), la pedagogía a la carta de movimientos como Galicia Bilingüe, la omnipresencia del pensamiento religioso en todas partes y sus continuas interferencias en el ámbito político, el auge de las medicinas "alternativas" como nuevos bálsamos de Fierabrás o la consideración de los problemas sociales como simples desajustes de la psicología individual, estarían íntimamente ligados, creo yo, a esta abdicación por parte de cierta izquierda, de la consideración de la ciencia como herramienta útil para el pensamiento crítico y a esta cesión gratuita al capitalismo de la ciencia y de sus capacidades reales para cambiar el mundo. Además, y como bien explica Sokal en su libro, con esta actitud se da soporte teórico a peligrosos movimientos políticos, como, por ejemplo, al nacionalismo hindú, cuya pretensión de equiparar a los Vedas con la tradición científica occidental, sólo puede desembocar en el supremacismo (el del pueblo al que fueron revelados los Vedas) y atraso social.

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En otro libro que estoy leyendo ahora, La estética como ideología, Terry Eagleton también reflexiona sobre el origen y las consecuencias de esta subjetivización de la realidad denunciada por Sokal:

"Que el sujeto individual llegue a ocupar el centro del escenario e interprete de nuevo el mundo desde sí mismo, es algo que se deduce en buena lógica de la economía y la práctica política burguesas. Ahora bien, cuanto más se reduce el mundo a criterios subjetivos, más rápidamente comienza este sujeto tan privilegiado a socavar las mismas condiciones objetivas de su propia posición de preeminencia. Cuanto más extiende el sujeto su dominio imperial sobre la realidad, más relativiza ese terreno en función de sus necesidades y deseos. Lo que provoca que la sustancia del mundo se disuelva en materia de sus propios juicios. Es más, se erosiona de este modo cualquier criterio objetivo que permita medir la significación , incluso, la realidad de su propia experiencia. El sujeto necesita saber que es supremamente valioso, pero no puede alcanzar este conocimiento si su propio solipsismo canceló cualquier escala desde la cual pueda medirse ese valor."

Así, para Eagleton, esta renuncia a toda idea de objetividad acabaría degenerando en solipsismo burgués y en un alejamiento de los problemas reales de la gente, a favor de alambicadas teorías sin vocación práctica alguna que consideran la realidad un campo de batalla entre estéticas alternativas. Como consecuencia de esto se produce una mutación del papel que el intelectual de izquierdas cumplía en la sociedad, mutación que acarreará las nefastas consecuencias que se describen, sintética y correctamente, en la cita de Noam Chomsky, recogida por Sokal en el prefacio de su libro, que reproduzco a continuación y con la que quiero concluir por ser una gráfica exposición de lo que está en juego:

"Los intelectuales de izquierda tomaban parte activa en la viva cultura de la clase obrera. Algunos trataban de compensar el carácter de clase de las instituciones culturales mediante programas de formación para obreros, o escribiendo libros de amplia difusión sobre matemáticas, ciencia y otros temas destinados al gran público en general. Llama la atención que sus homólogos de la izquierda actual, traten con frecuencia de privar a los trabajadores de esas herramientas de emancipación, diciéndonos que el "proyecto ilustrado" está muerto, que debemos abandonar las "ilusiones" depositadas en la ciencia y en la racionalidad: mensaje que alegrará los corazones de los poderosos, encantados de monopolizar esos instrumentos para su propio uso."

David Rodríguez es un escritor gallego.

Traducción para www.sinpermiso.info: Ramón Sánchez Tavares

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